El miedo también se maquilla. Jonna.
Tenía 38 años la primera vez que me vestí completamente. Fue en la intimidad de mi piso, un martes cualquiera, después de una jornada de trabajo. Cerré persianas, apagué el móvil. Me puse un vestido negro que compré con excusas en la tienda (“es para mi novia”) y una peluca barata de internet. Mi maquillaje era torpe, casi una pintura de guerra. Pero me sentía bien. Por fin.
Hasta que oí golpes en la pared del vecino. No sé si era casualidad, pero me entró pánico. Me miré al espejo, aún con la base a medias, y me deshice en lágrimas. El miedo era más fuerte que el deseo. Apagué las luces, me quité todo, escondí la ropa bajo la cama. Me duché como si pudiera borrar todo rastro de feminidad. Como si fuera algo sucio.
A la mañana siguiente, me desperté con resaca emocional. Me odié. Me dije que jamás volvería a hacer “eso”. Que no era normal. Que estaba solo. Que tenía que seguir fingiendo. Esa fue la primera de muchas veces en que lo intenté y lo escondí. El patrón se repitió durante años: deseo, impulso, miedo, vergüenza. Nadie lo sabía. Ni amigos, ni familia, ni pareja. Era un secreto pesado como plomo.
Solo empecé a cambiar cuando encontré una comunidad online donde otras chicas contaban lo mismo. Me di cuenta de que no estaba loco. No era una aberración. Solo era una persona con una identidad compleja, que el mundo no había sabido acoger…pero que tenía derecho a existir.
Todavía no me atrevo a salir en público, pero he dado pasos. He hablado con alguien de confianza. He hecho una sesión profesional en un lugar seguro. Y aunque el miedo sigue ahí, ahora no estoy sola.
Porque incluso el miedo…también se maquilla. Pero nunca será más fuerte que la verdad.
Jonna
Comentarios
Publicar un comentario