Mi nombre es Chloe

Mi nombre es Chloe. Al menos, ese es el nombre que he elegido para la parte de mí que brilla cuando nadie me ve. Para el mundo soy solo otra viajera de negocios: la persona en traje que teclea sin parar en el aeropuerto, que pasa de reunión en reunión con una sonrisa profesional. Pero detrás de esa fachada, llevo conmigo una vida secreta, escondida en un pequeño rincón de mi maleta.

El crossdressing ha sido parte de mí desde siempre, pero solo hace unos años empecé a abrazarlo por completo. En casa nunca parecía el lugar adecuado para explorarlo. Demasiadas miradas, demasiadas expectativas. En cambio, mis viajes de trabajo me regalaron algo inesperado: libertad. Los hoteles se convirtieron en mi santuario.

Todo comenzó en París, la ciudad de las luces. Viajaba por una conferencia y me sentía agotada y sola después de un día interminable de reuniones. Aquella noche, algo dentro de mí susurró: ¿Por qué no hoy? Había escondido en mi maleta un vestido negro, medias finas y unos tacones rojos, disimulados entre camisas y chaquetas. Me temblaban las manos mientras me maquillaba en el baño del hotel, el corazón me latía con fuerza cuando subí el cierre del vestido, y al mirarme en el espejo…allí estaba ella. Chloe. Por primera vez, no era solo una fantasía. Era yo.

Desde aquella noche, mi ritual me acompaña a todas partes. En Tokio me atreví a caminar por las calles tranquilas cerca del hotel pasada la medianoche, cubierta con una gabardina beige sobre mi vestido floral. En Berlín pasé horas probando nuevos looks, jugando con el eyeliner y los ojos ahumados mientras la ciudad vibraba afuera. En Nueva York, por fin me animé a pedir servicio a la habitación estando vestida; recuerdo cómo me temblaban las piernas cuando abrí la puerta, pero el camarero apenas me dedicó una sonrisa antes de marcharse.

Cada ciudad me deja un recuerdo y un pedazo de valentía. A veces me siento junto a la ventana del hotel, en tacones y maquillada, mirando las luces de la ciudad y soñando con una vida en la que Chloe no tenga que esconderse. Sueño con pasear sin miedo, tomar un café por la mañana siendo yo misma, vivir este lado de mí más allá de las paredes de un hotel.

Por ahora, mis viajes son mi escape. Preparar la maleta se ha convertido en un ritual emocionante: elijo con cuidado la ropa de trabajo, pero también guardo mi lencería favorita, mi mejor peluca y ese labial que me hace sentir invencible. Nadie sabe lo que llevo conmigo. Y cuando cierro la puerta del hotel, puedo por fin respirar.

Hay momentos de miedo, claro. ¿Y si algún colega me ve salir de mi habitación? ¿Y si el personal de limpieza encuentra mis cosas? Esos pensamientos aparecen, pero nunca logran vencer. La felicidad que siento cuando veo a Chloe en el espejo es más fuerte que cualquier temor.

Cada viaje es un nuevo capítulo, cada habitación de hotel un escenario distinto. Chloe vive en esas horas fugaces entre reuniones y vuelos, pero cada vez se hace más fuerte, más real. Sé que un día saldrá al mundo sin esconderse, espero sea con vosotras.

Hasta entonces, seguiré viajando, guardando mi secreto en la maleta y encontrándome con ella…ciudad tras ciudad.

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