Pistas o señales para Carmen Erica


Hola, amigas: Mi nombre es Carmen Erica, y quiero contaros cómo he llegado a ser quien soy.

Le he dado muchas vueltas a cómo expresarlo (tal vez uno de mis mayores defectos: darle tantas vueltas a las cosas), pero al final me he decidido. Y aquí va mi historia.

Mis primeros recuerdos sobre el travestismo me llevan a la infancia, cuando, sin saberlo ni esperarlo, empezaron a llegarme pistas o señales de que dentro de mí había una segunda persona, que desde entonces luchaba por salir al exterior.

Siempre digo que esas señales fueron tres:

Primera señal:

No recuerdo muy bien la edad, pero las tres señales llegaron antes de los 15 años, que es aproximadamente cuando empecé en el mundo del travestismo.

Aquella primera señal me llegó al ver a mi madre haciendo el cambio de ropa de temporada (primavera-verano a otoño-invierno o viceversa). En el portal de casa teníamos un arca de madera donde se guardaba la ropa fuera de temporada.
Un día vi a mi madre con un pequeño chaleco, creo que de una de mis hermanas, y le pregunté inocentemente si yo cabía ahí dentro. Me contestó que era de una de mis hermanas, pero seguí insistiendo hasta que me dijo que sí: que yo antes cabía ahí. Aquella imagen se me quedó grabada.

Segunda señal:

Me llegó jugando. Nací en un pueblo donde la economía gira en torno al olivar. Un día, mientras recogíamos aceituna con mi familia, una de mis hermanas llevaba puesta una falda con cintura elástica que se estiraba mucho. Me dijo que me metiera con ella dentro de la falda, y empezamos a dar saltos. Ella decía que era “mamá canguro”.
Yo estaba feliz.

Tercera señal:

Me llegó por la televisión. Fue a través de un documental llamado "Alma de mujer: travestismo y transexualidad", dentro del programa "En este país".
Según la web de RTVE, se emitió el 24 de febrero de 1983, y estoy casi segura de que esa fue la señal definitiva, porque fue por esas fechas cuando empecé a experimentar.
No recuerdo exactamente qué fue lo primero que me puse como mujer: si unos tacones de mi madre, una falda o un vestido de mis hermanas…

Los primeros pasos

Lo que sí recuerdo bien fueron mis primeras pelucas: una larga y rizada, de color pelirrojo, y otra corta, morena y lisa. También recuerdo que ya por entonces me pintaba los labios... ¡incluso con bolígrafo!
Y que yo misma, entonces yo mismo, me perforé las orejas usando pendientes de mis hermanas. Pensé que no dolería… ¡pero vaya si dolió! Lo hice sin cuidado, sangré bastante y estuve sola en el baño intentando frenar la hemorragia.
Me di cuenta entonces de que no era la mejor idea perforarse así. Durante un tiempo, los agujeros se cerraban y me los volvía a abrir... incluso llegué a comprar un aplicador de pendientes en la farmacia.
Hoy por fin tengo los agujeros completamente abiertos.

Aprovechaba cualquier momento a solas en casa para ponerme la ropa de mis hermanas y sentirme mujer durante un buen rato.
Al poco tiempo, cuando no llevaba más de dos años vistiéndome, tuve un pensamiento: someterme a la TRH (terapia de reemplazo hormonal). Me puse mentalmente un plazo: si a los 30 años no tenía novia, iría al médico a hablar de ello.
Pero llegó esa edad y no fui. A los 36 conocí a la que hoy es mi mujer y madre de mis dos hijas.

¿Por qué no lo hice?

Supongo que por miedos, por el qué dirán, por mis dudas y mi falta de seguridad. Todo eso hizo que, a día de hoy, con casi 57 años, lo tenga aparcado… aunque me sigo vistiendo siempre que puedo.

Tuve grandes periodos sin vestirme, pero curiosamente, fue al casarme cuando volví a hacerlo —esta vez usando ropa de mi mujer, quien aún no sabe nada.

Ni ella, ni nadie de mi entorno cercano.
Cuando pusimos internet en casa, todo cambió. Creamos correos, empezamos a buscar información… y así descubrí Facebook.
Primero abrí mi cuenta masculina, que aún conservo. Pero luego sentí la necesidad de crear una cuenta femenina.

Y fue ahí donde descubrí un mundo maravilloso.
Conocí a otras personas como yo: hombres que se vestían de mujer.
Desde entonces he contactado con muchísima gente, y gracias a esa cuenta empecé de nuevo a vestirme con más fuerza y con más ganas.
Aún tengo días en los que no puedo hacerlo, pero cada vez son menos.

Hoy me quedan asignaturas pendientes:
el maquillaje, y sobre todo, salir a la calle como lo que soy: UNA MUJER.

Gracias por leerme, por acompañarme en este camino…
Espero que os haya gustado.

Un abrazo con el alma,


Carmen Erica


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