viernes, 12 de junio de 2015

EXPERIENCIA DE LILI MARTÍN (2ª PARTE)

Seguimos con la continuación del precioso relato de Lili, la segunda parte y final del que fue, un día que pasará a la memoria de muchos corazones.

Espero que esta historia sea UNA de un MILLÓN de experiencias que recorreremos a lo largo de este camino.
Que os motive para seguir viviendo lo que más deseáis. 
AQUÍ NO HAY  peros..., es que..., miedos,...excusas,... 

AQUÍ HAY VALENTÍA Y GANAS DE VIVIR!!!
A POR ELLO CHIC@S!!!

".... Bárbara ya tenía sus medias, y hasta 3 braguitas de encaje que no esperaba comprar, pero su gusto (y de paso el mío) por pasear como chica era insaciable.
Me propuso ir a buscar unos pendientes de aro de color rojo y, a pesar de la hora que era, algo más de las nueve de la tarde, decidimos pasear más allá de la Gran Vía, por la zona de Sol, en busca de una bisutería.
Los zapatos llevaban un buen rato haciendo difícil mi camino, pues a parte de ser la primera vez que caminaba durante tanto tiempo sobre tacones, los que llevaba eran de una talla algo justa para mi, además de lo incómodo que me resultaba llevar el pelo en la cara, pues la peluca era larga; sin embargo, la seguridad de Bárbara y le excitación que me producía seguir paseando a Lili me espolearon a seguir paseando un rato más, a un lugar donde el "cobijo" de Chueca estaba a punto de desaparecer.





Taconeando anduvimos hacia Gran Vía, donde las personas que nos miraban sonreían, no sé si por cruzarse con dos travestidos (imagino que no es algo que despierte la atención en Madrid) o por nuestra forma de caminar, o quizás nos encontraban atractivas, no importaba, con un creciente dolor de pies seguimos caminando hasta llegar a la única bisutería abierta, Brijous Brigitte, donde la escena de las tiendas anteriores se volvió a repetir: Bárbara con su precioso aspecto y su desparpajo hablando con las dependientas y pidiendo consejo, hasta tomar la decisión de comprar unos bonitos aros rojos que se colocó en sus orejas mirándose en un espejo e la tienda.
Era hora de volver, el dolor de pies comenzaba a ser insoportable y el cansancio comenzaba a hacer mella en mi (además de una jornada repleta de emociones, llevaba levantada desde las 6 de la mañana, y en la sesión desde las 12), sólo la pasión por el momento que estaba viviendo y la ilusión por seguir disfrutando de mis amigas y de "ser Lili" durante más tiempo me empujaban a seguir caminando, y observando cada detalle de los que iban ocurriendo a lo largo de aquella aventura del martes mágico.


Hasta la llegada al estudio, sólo recuerdo que llamase la atención, los graciosos piropos que nos echaron un par de chicos de origen africano cuando cruzábamos Gran Vía por segunda vez en sentido contrario.
El dolor era definitivamente insoportable, sin ser consciente de ello, mi tradicional gusto y admiración personal hacia las mujeres estaba creciendo hasta límites insospechados.
Cuántos gestos que hasta ese día creía como propios de la coquetería femenina, comprendí que en realidad son propios de la necesidad para poder caminar, ver, hablar o comer.
Estaba viviendo en mi piel las dificultades con las que ellas se enfrentan continuamente, y los motivos por los los que se comportan de una forma completamente diferente a los hombres en situaciones cotidianas.
Subimos al estudio y nos encontramos con una estética diferente. Patri había seguido igual de coqueta en su sesión de fotos, pero Maica y Amanda (llenan la pantalla) a las que había dejado probándose ropa pero sin maquillar, con su habitual aspecto de hombre, habían pasado por las maravillosas manos de Dafni y se habían convertido en dos bellezones que impresionaba ver, sin haber asistido a su proceso de transformación.







Estaban bellas, relucientes, se les veía felices y su felicidad y su belleza llenaban el espacio de una luz que suponía el colofón de una jornada de creatividad y magia pero a la vez agotadora para nuestra querida y dulce Dafni.
Desgraciadamente para mi, la luz del amanecer de Maica y Amanda coincidió con el principio de mi ocaso, agotada, dolorida y sobre todo cansada, muy cansada ya.
En aquel momento pudo más el agotamiento que la razón, y a pesar de que todas me decían que estaba mucho más guapa con la peluca larga, decidí cambiarla por la corta para poder ir algo más cómoda el resto de la noche. Evidente error, pues por el cansancio y los retoques, al final acabé pareciendo (como bien dice con ironía mi mujer), el "mester de clerecía", un juglar de pelo redondeado por las puntas.
Después de retocarse y cambiarse Dafni (era una verdadera princesa), llegó el turno de las fotos de grupo.
Me había quitado los zapatos (hicimos unas fotos frente al espejo del vestidor en el momento en que Dafni estaba terminando con Amanda en las que ya salgo descalza) y buscaba algo más cómodo, pero sólo encontré unos tacones de dos tallas más.





Después de una divertida sesión de fotos de grupo en las que salimos en todas las posiciones posibles con Dafni, Maica, Patri, Amanda y Bárbara, llegó el momento de salir a cenar.







Llegué a valorar la posibilidad de salir con "manoletinas", pero entonces sí pudo más el ser presumida que práctica, y volví a ponerme unos tacones, esta vez de mi talla (antes muerta que sencilla)!
Salimos de nuevo, y en el portal de la finca nos hicimos unas fotos. Ya en la calle, de camino al restaurante, uno de los paseos más divertidos que recuerdo.
Las 6 locas anduvimos caminando a través de calles con baldosas y aceras cortadas por obras, taconeando sobre el equilibrio y con vestidos monísimos todas, mientras gritábamos con voz de pastor arreando a su ganado: "quía!, quía!"




Pocas veces nos hemos reído tanto, era una situación tan cómica que hasta el dolor de pies pasó desapercibido por algunos momentos.
Llegamos al restaurante, era tarde ya, alrededor de las 11 de la noche, y nos prepararon una mesa a condición de que pidiésemos rápidamente por el cierre de la cocina.
Se pidieron varios platos para compartir, un vino y mojito a para beber.
La velada fue muy agradable. Aunque casi no podía articular palabra por el terrible cansancio que acumulaba, me sentía feliz observando a mis amigas, todas en torno a una mesa, bromeando, riendo, sintiéndose en una especie de éxtasis emocional en un clima en el que lo que menos importaba era lo que comíamos, sino el estado en el que nos encontrábamos, un espacio en el que "esas" mujeres eran los avatares de casa uno de nosotros, en las que los problemas, preocupaciones, responsabilidades y obligaciones diarias se habían quedado en casa de Dafni. Hablamos de nosotras, de nuestras familias (mujeres, hijos), de nuestras (sus) experiencias femeninas, es decir, aquello que nos hacía viajar a nuestro espacio más confortable; la verdad, fue un estado absolutamente terapéutico.






Entre fotos y risas, chicas que iban en pareja al lavabo de señoras y yo observando cada detalle del comportamiento de cada una en la mesa: Patri abría la boca para evitar que la comida le quitase el carmín, Amanda, con su bonito corsé de color negro, posturaba con los hombros hacia atrás y la espalda recta, con un rictus y una postura propios de toda una dama, y así transcurrió la cena, una cena inolvidable, una mesa de buena gente, gente intelectual, preparada, alegre,a la que nos unía el amor por nuestro lado femenino y la admiración por el excelente trabajo de Dafni.
Salimos del restaurante y Bárbara propuso ir a un local llamado "L L", en el que aunque más bien pequeńo y estrecho, había un reducido escenario en el que dos transexuales muy graciosas daban un espectáculo de música y risas, interactuando con el público y haciendo que la gente que allí había disfrutara de unas risas y algunas canciones ochenteras.




Me acerqué a la barra, en la que busqué apoyo para, mientras daba cuenta de una cerveza en "vaso largo" (como chico suelo beberla de la botella), podía descalzar mis pies de vez en cuando.
Varias veces, algunos chicos nos pidieron en inglés posar junto a ellos para hacerse unas fotos (yo pronuncié algunas palabras en francés por sí intentaban entablar conversación).
De repente, me pareció sentir una mano tocando mi trasero, pero al llevar las bragas trucadoras pensé que tan sólo había sido mi imaginación. Nuevamente volví a sentir lo mismo, por lo que me di la vuelta y vi a un "garrulo" con camiseta de hincha de un equipo de la capital, pero volví a mi posición inicial en la barra. A la tercera vez, me cercioré de que era el idiota ése quién estaba toqueteando mi trasero, por lo que (por no liarla) me marché junto a Maica y Amanda al otro lado, más cerca del escenario.
Bailamos un poco más, tarareamos alguna de las canciones de las artistas y después , alrededor de la una de la madrugada, decidimos volver al estudio de Dafni para desmaquillarnos, cambiarnos y volver a vestir las prendas de hombre que, en mi caso, había doblado hacia ya más de trece horas.
Por la calle, de nuevo risas y más risas.Lo divertido de la noche fue cuando se pusieron a posar junto a una farola, haciendo todo tipo de poses, hasta que Bárbara decidió subirse a ella, toda una reposición de la famosa escena de "Cantando Bajo la Lluvia", momento que quedó inmortalizado...





Una vez en casa, Dafni nos desmaquilló a todas y después de desvestirnos, lavarnos bien la cara y vestirnos de nuevo como chicos, embargó en nuestros corazones la sensación de haber vivido un sueño.
Abrazos, despedidas vehementes, más propias de amigos que se conocen desde hace muchos años que de los que se acababan de ver por primera vez en su vida. Y es que aquello que nos llevó a todos aquel día allí, además de nuestra Hada, fue la emoción, el cariño, la pureza de unos corazones casi inocentes que no imaginaban que iban a sentir tantas emociones juntas en un sólo día.
Ordenamos lo que pudimos el vestidor, nos abrazamos de nuevo a nuestra creadora de sueños y nos marchamos a descansar.
Habían sonado las doce campanadas, la carroza volvió a ser calabaza y las princesas ya no eran princesas, no sé dónde estarán los zapatos de cristal, pues estas princesas no persiguen príncipes azules, sino sueños de colores.
Eran ya las 3 de la mañana, caminé las pocas manzanas que separaban el estudio de mi hotel, sin ser consciente aún de la grandeza del día que habíamos vivido, sin serlo de que habíamos hecho del 14 de abril de 2015, un día que quedará grabado en nuestra memoria para el resto de nuestras vidas, nuestros relojes separaron en ese día, y sin saber (todavía no lo sé) cuando volveremos a continuar en aquel día de vino y rosas..."




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Estaremos encantadas de escucharte.
Envía tu relato a info@dafnicoco.es

2 comentarios:

  1. Ana Maria Lejarcegi. (Anamale)13 de mayo de 2015, 11:26

    Hay que poner un comentario? no puedo, estoy todo el rato quitandome la baba de la boca.
    Qué envidiaaaaaaaaaa¡¡¡¡¡¡¡¡

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