Kara (2ª parte)

Y llegamos a la peluca. Como yo quería, era morena. De lo poco que tenía medio claro es que ella sería de cabello oscuro, aunque —como me explicaron— el rubio da más luz a la cara. Sin darme cuenta, Paula cuelga algo de mis orejas y siento el peso, y un poco de rubor, solo de pensar que de mis orejas cuelgan unos pendientes. Nunca me había puesto pendientes, y menos unos tan largos y brillantes. Y entonces llega el momento: cierras los ojos unos segundos y, cuando los abres, hay una mujer guapísima que se llama Kara devolviéndote la mirada. Dios mío, ¿ese mujerón soy yo? Una morena despampanante de ojos oscuros me devuelve la mirada, sonriendo y entornando los ojos, como diciendo: “tranquilo, no pasa nada, respira…”.

Como os decía, no soy muy expresivo en ningún ambiente; me cuesta mucho emocionarme o mostrar sentimientos. Pero esa mujer que me devuelve la mirada tiene unos ojos bellísimos, oscuros como su pelo, un poco Morticia Addams —cosa que me encanta, porque en el fondo creo que ella es un poco gótica—. No me creo lo que estoy viendo y me he quedado paralizado. Un segundo… dos… cinco… diez… Pensaba que, al verme, sería una sorpresa del tipo “Tu cara me suena”, qué guay verme de mujer. Pero no. Algo afloró en décimas de segundo y me quedé atónito, ausente. Quien me devolvía la mirada no era yo… bueno, sí, era yo, pero no del todo. Y ella se dio cuenta de mi lío y se rió de oreja a oreja.

En un segundo me cubrieron de anillos, un collar enorme y el resto de complementos, y allí estaba ella: Kara. Mirándome mientras sonreía, con ojos intensos y haciendo muecas. Era Kara porque yo apenas me río, y las muecas no son algo que suela hacer.


Enseguida me vestí mientras no podía dejar de mirarme en el espejo. Unos tacones altísimos… y me movía como si nada. ¿Cuándo había aprendido a andar y girar con semejantes taconazos sin matarme, mientras posaba ante el espejo? No sabía qué hacer con las manos, pero enseguida Paula me orientó un poco.

Ahora entiendo lo de las sesiones de cuatro horas: se me quedó corto. Quizás habría elegido algo más de ropa, unas medias negras, un toque más gótico… no lo sé, solo quería que no se acabara. No daba un euro por el vestido azul que Paula trajo, pero me sentaba increíble.

Durante unos minutos me asaltaron ideas locas. Prometí no hacerme fotos bajo ningún concepto, por seguridad. Pero ¿cómo no hacerme alguna? ¿Salir a la puerta de la calle? Hacía apenas una hora no sabía cómo enfrentarme a ponerme unas medias delante de alguien, y ahora quería salir a la calle siendo mujer. Porque eso es lo que estaba ocurriendo: no estaba “vestido de mujer”, como otras veces; ahora era una mujer que quería ver la luz del sol.

Inmediatamente pasó por mi cabeza un deseo profundo: contárselo a alguien, presentar a Kara a alguien. Quizás fuera demasiado fuerte para mi pareja, pero alguna amiga podría entenderlo… algún día.

Paula me planchaba el pelo mientras Patricia entraba. Le pidió la plancha y me dijo: “qué guapa estás”. Y Kara le contestó instintivamente, moviendo las manos de una forma que yo nunca había sabido moverme, dejándome atónito.

Y empecé a hablar en femenino. De repente ya no existía como hombre, y lo que hacía un rato me resultaba incómodo ahora era lo más normal. Me acerqué al espejo e hice muecas de interesante con esos ojazos…

Tocaba despedirse de mi otra mitad, decirle “hasta luego”, que había sido un placer conocerla por fin y que esperaba verla pronto. Seguía riendo, esa mujer seguía riéndose y mirándome con una profundidad y una fuerza que me sorprendían. Te conozco desde hace unos minutos y ya sé que eres una mujer fuerte, lista, de las que consiguen lo que se propone a toda costa. Le pedí a Paula que, por favor, tapara el espejo mientras ella se iba; no quería ver cómo desaparecía y volvía a aparecer yo. Las transiciones nunca son bonitas.

Hasta luego, Kara. Te veré pronto.

Muchas gracias por lo que habéis hecho. Todavía no sé muy bien cómo asimilarlo ni qué magia negra usáis, pero ya echo de menos a mi “Morticia Addams” interior. Cuento los segundos para volver a verla otra vez.

Un besito,

Kara

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