Solo yo, siendo Marcela

 Reservé mi experiencia con semanas de antelación. Apenas escribí una frase en el formulario, sin demasiados detalles. No pregunté por precios ni por servicios específicos. Solo puse una fecha y, al final, escribí: “Espero estar preparada para esto”. No sabía exactamente qué iba a encontrar, pero algo dentro de mí me decía que era el momento. Me respondieron muy amablemente y mis miedos se hicieron un poco más pequeños.

El día de la cita llegué puntual. Llevaba el rostro serio, una pequeña bolsa apretada contra el pecho y una mezcla de ansiedad y esperanza en la mirada. Saludé con un hilo de voz, casi inaudible. Durante la primera media hora apenas hablé, pero mi cuerpo hablaba por mí: las manos inquietas, los ojos brillantes, la respiración contenida. Todo en mí gritaba nervios, pero también deseo.

Cuando entré al vestidor, fui clara: “No quiero algo llamativo…solo quiero sentirme real”. Sara eligió una blusa suave, una falda sencilla y pedí una peluca castaña con flequillo que enmarcara mi rostro. Durante el maquillaje, cerré los ojos y guardé silencio, como si no quisiera distraerme del momento. No conté mi historia, no expliqué nada pero dentro de mí había una ternura enorme, como si, por fin, pudiera parar el mundo un segundo.

Cuando me vi en el espejo por primera vez, no dije nada. Solo me quedé ahí, de pie, mirándome. Mi expresión fue cambiando poco a poco: primero una pequeña sacudida de sorpresa. Luego, una lágrima. Después otra. No eran lágrimas ruidosas ni dramáticas, solo caían, despacio, como si me estuviera dando permiso —por primera vez— de verme con dulzura. No aparté la mirada. Era como si, al fin, me reconociera sin miedo, sin juicio. Solo yo, siendo Marcela.

Cuando salí del vestidor, sentí que mis pasos eran distintos. No hablaba mucho más que antes, pero ya no hacía falta. Mi silencio ya no era una barrera, era un refugio. Al despedirme, abracé fuerte mi angel y susurré apenas un “gracias por dejarme ser”. Y lo sentí de verdad. Algo había cambiado para siempre. 

Aún no he podido volver pero me dijeron que si quería podía contar mi experiencia. Chicas, no lo penséis, la vida es una y yo esperé demasiado. 

Con amor, Marcela.

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