Mi viaje hacia Mirna: una historia personal de descubrimiento y feminidad.

A veces me ronda la cabeza la idea de escribir mis memorias, de contar mi historia completa. Siento una necesidad muy profunda de compartir lo que he vivido, de ponerle palabras a todo ese mundo interior que durante años mantuve en silencio. Se lo he contado a unas pocas personas, siempre mujeres: amigas cercanas, mi exesposa... Solo un amigo gay sabe también de mi gusto por el travestismo. Sé que no todo el mundo lo entendería, y eso me ha hecho ser muy cuidadosa.


Mi historia no empezó con una búsqueda consciente. Fue algo espontáneo, casi un juego. De niños, mi hermano y yo nos poníamos los tacones de mi mamá. Alguna que otra vez tomábamos su maquillaje y nos pintábamos la cara. Ella nunca lo supo. También recuerdo haber entrado una vez al cuarto de una prima mayor cuando no estaba y probarme su ropa y sus zapatos. Me preguntaba cómo me vería con todo eso puesto. Pero en ese entonces, no sentía todavía la necesidad de ir más allá.

El punto de inflexión llegó mucho después, ya estando casada y con dos hijos. Todo empezó como un juego con mi entonces esposa. Recordamos un comentario que me había hecho cuando éramos novios: que le gustaría vestirme de mujer algún día. Pasaron un par de años hasta que se dio. Vivíamos con sus hermanas, había ropa femenina por todas partes. Un día, simplemente lo hicimos: me maquilló, me puso una pañoleta porque no teníamos peluca, me vestí con ropa de ella y hasta con un vestido de novia de su hermana. Me puse tacones por primera vez. Caminé por la casa vestida de mujer…y me sentí fantástica. Fue divertido, sí, pero también algo más. Me gustó más de lo que imaginaba. Sentí que algo despertaba en mí.

Desde ese momento, quise seguir explorando. Busqué maquilladores profesionales que hicieran transformaciones. No fue fácil encontrarlos, pero cuando lo logré, la experiencia fue increíble. Me trataron como chica, elegí mi nombre: Mirna. Empecé a usar pelucas, vestidos a mi medida, aprendí a caminar con tacos y a sentirme segura en mi piel femenina. Un día, me presentaron vestida de mujer ante un hombre. Me moría de los nervios, pero su mirada, su forma de tratarme, hizo que me relajara. Me sentí cómoda. Me sentí vista.

Incluso llegué a salir a la calle vestida. Sí, me vieron. Sí, me dio miedo. Pero también fue emocionante. Siento que he vivido muchas cosas hermosas en este camino, y me encantaría compartirlas con más personas, debatir, reír, emocionarnos juntas.

Durante un tiempo tuve una cuenta de Instagram como Bianca. La cerré por razones personales, pero planeo volver. Compartía mis primeras transformaciones. 

Mi primera transformación total, hace más de 15 años. Me dejé llevar por completo y el resultado me sorprendió. Fue también la primera vez que un hombre me vio así. Entró a la casa de improviso y me vio vestida como en la foto. Me presentaron como mujer…y me trató como mujer. De haberlo sabido antes, habría salido corriendo. Pero en lugar de eso, mi nerviosismo se transformó en confianza. No podía dejar de mirarme, y yo descubrí emociones que no sabía que habitaban en mí.

Compartí en su día una foto a una amiga de la universidad. Sin pedirme permiso, la publicó en su Facebook como si fuera una amiga suya a quien felicitaba por su cumpleaños. Me llamó Bianca (que es un nombre que inventó). Me asusté muchísimo. Temí que alguien me reconociera. Pero no pasó. Muchos de mis antiguos compañeros le dieron like, comentaron que la chica les parecía guapa. Nadie supo nunca que era yo.

En otra sesión, fue un hombre quien me vistió y me tomó las fotos. Aunque me gustan las mujeres y no siento atracción por los hombres, debo admitir que ser "la chica" delante de un chico fue increíblemente excitante. No por deseo sexual, sino por cómo me sentía: femenina, deseada, viva.

Sé que no estoy sola. Sé que hay muchas otras personas viviendo en silencio lo que yo he vivido. Por eso quiero compartir mi historia. Porque Mirna no es solo un nombre: es una parte de mí que, por fin, ha encontrado su voz.

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